FLORECITAS DEL CORAZÓN Por Rubén Cedeño
Selección, simplificación, síntesis y adaptación de algunas de las “Florecitas” de Francisco, para que hagamos el esfuerzo, como personas espirituales de vivir de acuerdo a ellas.
1. Dejemos pasar pacientemente toda injuria y escarnio, como sordos y mudos.
2. Pongamos todas nuestras esperanzas en Dios, y nuestras intenciones, en predicar la Enseñanza Espiritual.
3. No dejemos a Dios por ninguna criatura.
4. Cuidemos que nuestra soberbia y apegos a personas no nos haga acabar fuera de la Enseñanza Espiritual.
5. Es preferible sufrir vergüenzas y oprobios por el Cristo, que recibir honores del mundo o reverencias y alabanzas vanas.
Selección, simplificación, síntesis y adaptación de algunas de las “Florecitas” de Francisco, para que hagamos el esfuerzo, como personas espirituales de vivir de acuerdo a ellas.
1. Dejemos pasar pacientemente toda injuria y escarnio, como sordos y mudos.
2. Pongamos todas nuestras esperanzas en Dios, y nuestras intenciones, en predicar la Enseñanza Espiritual.
3. No dejemos a Dios por ninguna criatura.
4. Cuidemos que nuestra soberbia y apegos a personas no nos haga acabar fuera de la Enseñanza Espiritual.
5. Es preferible sufrir vergüenzas y oprobios por el Cristo, que recibir honores del mundo o reverencias y alabanzas vanas.
6. Andemos por el mundo como peregrinos y extranjeros, sin llevar con nosotros más que el Cristo.
Rubén Cedeño en Assisi
7. Al ser verdaderos ramos de la verdadera vid, que es el Cristo, produciremos grandes y buenos frutos en las Almas que ganamos para Dios.
8. La prefecta alegría y evolución espiritual no está en dar gran ejemplo de santidad, devolverle la vista a los ciegos, ahuyentar demonios, otorgarle oído a los sordos, hacer andar a los cojos, hablarle al mundo, resucitar muertos, saber idiomas, ciencias y escrituras; profetizar; hablar como los Ángeles; conocer el curso de las estrellas, la virtud de las hierbas; revelar tesoros; conocer la naturaleza de los pájaros, peces, animales, los hombres, los árboles, las piedras, las raíces y las aguas; o predicar tan bien que convirtamos a los infieles.
9. La verdadera felicidad está, si llegamos al grupo mojados por la lluvia, helados por el frío, enfangados de lodo, afligidos de hambre, y no nos reconocen, nos tratan como malhechores, nos acusan de ir por el mundo engañando y robando las limosnas de los pobres, y nos echan, dejándonos toda la noche en la nieve y el agua, con frío y hambre, y nosotros aguantamos pacientemente esas injurias, crueldades y rechazos, sin tribulación ni murmuración, perdonándolos, y pensando humilde y caritativamente que ellos tienen razón, nos conocen verdaderamente, y que no merecemos ningún halago. Si después de este rechazo volvemos al grupo y nos rechazan por segunda vez como vagabundos importunos, nos tratan como ladronzuelos y bellacos, y una vez más aguantamos pacientemente, con alegría y buen humor; si obligados por el hambre, el frío y la noche, volvemos a llamar por tercera vez y nos caen a palos, revolcándonos en la nieve, y nosotros aguantamos pacientemente volviendo a perdonar; esto es vencerse a sí mismo. No nos vanagloriemos de los dones y virtudes que tenemos, porque es Dios quien nos los da y no son nuestros, son de Dios; pero el desprecio, rechazo, crítica y nuestro perdón, sí son nuestros.
Rubén Cedeño en Assisi
7. Al ser verdaderos ramos de la verdadera vid, que es el Cristo, produciremos grandes y buenos frutos en las Almas que ganamos para Dios.
8. La prefecta alegría y evolución espiritual no está en dar gran ejemplo de santidad, devolverle la vista a los ciegos, ahuyentar demonios, otorgarle oído a los sordos, hacer andar a los cojos, hablarle al mundo, resucitar muertos, saber idiomas, ciencias y escrituras; profetizar; hablar como los Ángeles; conocer el curso de las estrellas, la virtud de las hierbas; revelar tesoros; conocer la naturaleza de los pájaros, peces, animales, los hombres, los árboles, las piedras, las raíces y las aguas; o predicar tan bien que convirtamos a los infieles.
9. La verdadera felicidad está, si llegamos al grupo mojados por la lluvia, helados por el frío, enfangados de lodo, afligidos de hambre, y no nos reconocen, nos tratan como malhechores, nos acusan de ir por el mundo engañando y robando las limosnas de los pobres, y nos echan, dejándonos toda la noche en la nieve y el agua, con frío y hambre, y nosotros aguantamos pacientemente esas injurias, crueldades y rechazos, sin tribulación ni murmuración, perdonándolos, y pensando humilde y caritativamente que ellos tienen razón, nos conocen verdaderamente, y que no merecemos ningún halago. Si después de este rechazo volvemos al grupo y nos rechazan por segunda vez como vagabundos importunos, nos tratan como ladronzuelos y bellacos, y una vez más aguantamos pacientemente, con alegría y buen humor; si obligados por el hambre, el frío y la noche, volvemos a llamar por tercera vez y nos caen a palos, revolcándonos en la nieve, y nosotros aguantamos pacientemente volviendo a perdonar; esto es vencerse a sí mismo. No nos vanagloriemos de los dones y virtudes que tenemos, porque es Dios quien nos los da y no son nuestros, son de Dios; pero el desprecio, rechazo, crítica y nuestro perdón, sí son nuestros.
Rubén Cedeño
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